Este título, cargado de ironía (pero que no pretende ser irrespetuoso), sirve para condensar lo que ha sido el modelo de gestión cultural dominante, que actualmente ya debería estar totalmente superado.
En el fondo, dicho modelo responde a un afán de ostentación y representa lo que podríamos llamar la "cultura de la opulencia" o la "cultura de la carcasa".
Esos "personajes ilustres" en todo caso deberían de servirnos como elementos de una dinamización cultural que mira al presente y no sólo al pasado. Tratándose de "ilustres" (los que realmente merezcan esa denominación), ellos serían los primeros en aborrecer del uso que se hace de su figura y su obra, ya que pocas veces se sigue su ejemplo y casi siempre se les convierte en soporte promocional para hacer, bajo su "sacro"nombre, lo que ellos nunca hubieran hecho.
Miren en su entorno cercano y seguro que en los últimos 20 años alguien puso allí un museo de no se qué actividad específica o en memoria de alguien o algo. En general, aunque se llamen museos, centro de interpretación o como sea (¡y si todavía siguen abiertos!) se trata de mausoleos, de monumentos funerarios, de certificados de muerte de la cultura; que además cuestan muchísimo dinero, que deja de dedicarse a la Cultura.
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