Hay algo en la política de comunicación del Centro Atlántico de Arte Moderno-CAAM (y del resto de centros dependientes de la Consejería de Cultura del Cabildo de Gran Canaria) que chirría. Es la insistente presencia del nombre propio de su responsable político en todas y cada una de las comunicaciones de las actividades programadas, y también su figura en los actos mismos.
Este comportamiento, tan gratuito y premeditadamente obsesivo, sólo me la puedo explicar desde su propósito de convertirse (y parece haberlo conseguido) en la pieza principal del museo, con las implicaciones estéticas y éticas que ello representa.
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