23 mayo 2012

La cultura independiente (1)

La cultura independiente se caracteriza por vincularse a lo local, lo territorial y lo participativo en mayor medida que la “otra” cultura, que se preocupa más por los asuntos de marca o finalidad. La cultura independiente se afirma diferencialmente frente a lo público y lo privado. Tanto frente a las instituciones culturales —públicas y privadas— como a las empresas culturales. Ni tiene vocación instituyente, ni empresarial. La cultura independiente antepone criterios de calidad y compromiso por encima de la rentabilidad mercantil. Es procesual y no finalista. Y los que la practican lo hacen sobre todo por vocación, por elección, porque quieren y porque lo toman como su proyecto vital. 

La cultura independiente crea, produce y autogestiona una oferta cultural propia, desde estructuras formales o informales —generalmente colectivas y sin ánimo de lucro—, actuando con profesionalidad, sentido cívico y vocación social. Desde la profesionalidad, funcionan como empresas, en cuanto a la dedicación laboral de sus sujetos. A diferencia de las entidades asociativas extra-laborales, de “voluntariado a tiempo libre”, en las entidades de cultura independiente no hay voluntarios, hay profesionales “a cuenta propia” desarrollando su trabajo. Hacen una cultura muy profesionalizada y poco mercantilizada. Se comportan más como artistas que como  gestores. O bien convierten la gestión en una “pieza artística”, por lo que es más preciso denominarlos “creadores culturales”. En su proceder se diferencian de los perfiles tradicionales de promotores, gestores o empresarios del sector cultural. 

¡Son diferentes y existen!

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