Resulta paradójico que con tanto que se insiste en lo de avanzar hacia una sociedad del conocimiento, administrativamente no se haga nada para adecuar el dinero público, que se destina a tal propósito, a una valoración del conocimiento mismo, como primer paso. Un conocimiento que tendrá que parecerse más a un "saber transformador", que a un "acumulador de saberes".
Decía una amiga mía, experta en la gestión y financiación de proyectos innovadores: "se está subvencionando con mentalidad de producto, sin tener en cuenta que en la sociedad del conocimiento son más importantes las ideas".
Y es que para muchas de las personas que tienen las ideas, y la capacidad de desarrollarlas, no es fácil pasar por el aro del entramado administrativo-legal de las ayudas públicas. ¿Cómo puedo solicitar una ayuda si no puedo justificar el gasto de la masa gris que tengo que meter?
¿Cuánta de esta masa gris estaremos desperdiciando?
Usando fórmulas (normativas y procedimientos) del modelo viejo, no pretendamos avanzar hacia un modelo nuevo. Habrá que adecuar los instrumentos para un auténtico fomento del conocimiento, o crear alguno nuevo. Y es ahí donde la administración pública ha de ser creativa e innovadora. Y dar ejemplo.
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